EQUÍVOCOS (relato)

Para todo su universo siempre fue un ser desdichado. Una mujer gris que lloraba a solas su desconsuelo. Su dolor por la amarga vida que le había tocado en suerte.
Infortunada, frágil para todos aquellos que la contemplaban siempre mustia, descolorida y sin vida en unos ojos que trasuntaban una vejes prematura, esa mirada qué espiaba el lamento de un corazón estancado.

Por mucho tiempo fue excluida de la lista de cualquier agenda social, era a la que había que dejar de lado ya que si no sabía como enfrentar esa, su existencia, mucho menos podría vivir una alegría, una puesta de sol, o la belleza de algo superior.
Es que ella, era para todos los demás una mujer carente de venturas. A la sazón _¿Porqué habría que convocar? ¿O para que estimular si quizás no percibiría las buenas intenciones que los demás tenían?. O quizás no le afectaba en nada que todos la dejaran a un costado del camino, ya que su solaz seguramente fuera su soledad.

En las noches sombrías con las que nos envuelven las telarañas de la vigilia, ella, juzgando también que esa falta de oportunidades era parte de su existencia, mascullaba la indiferencia en la que estaba inmersa, solo por no haber levantado por un tiempo su estandarte, su bandera.
O por haber dejado tanto tiempo que creyeran aquello que le menoscabó el alma y empozó su espíritu en el más asceta de los abismos.

Suficiente agua ha corrido debajo del puente por el cual transcurrió su vida. Hoy no cree más ser aquella; a la que hasta ayer nomás apodaban la “pobrecita”. Porque descubrió al fin que brioso es su espíritu, rúbrica de una persona única y valorada su alma como preciosa joya. Aunque algunas veces como a todos nos pasa; tiene la piel mustia, la sonrisa descolorida y el corazón se le estanca de tanto en tanto.

Y otras tantas veces se siente anticuada y temerosa. Y como a todos, de vez en vez a sus ojos se le asoma algún lamento. Pero ahora sabe que estas pruebas nos la da la vida misma, y que no es algo que a cualquier mortal no le suceda de tanto en tanto. Ya que todos sentimos en el alma alguna vez como se alejan los anhelos. Solo que hoy nadie puede decir de ella, ni siquiera yo puedo señalar que haya sido, o que pueda sentirse alguna vez; una pobre mujer sin esperanza.

María Luz 2007