Un gran día!!

Hoy será un gran día, reflexiona Teresa, día de revelaciones. Se despertó con la idea que alentó su corazón la madrugada anterior y se hizo carne en ella esa noche que resultó interminable. Es que Teresa desde hace un tiempo quiere ahondar en su vida y este es el dia.
Presiente que ante ella se abrirá una gran caja de Pandora y por eso mismo tiene que ser cauta y precisa porque no quiere que alguien salga herido.

Repasó en el bosquejó de su cuaderno, algunas de tantas preguntas que guardaba en su corazón para hacerle a su madre. Se levantó arrastrando los pies por las baldosas frías de la casa y entró a la cocina a prepararse un té, compañero de todas las mañanas mientras toma apuntes de su libro del alma o cuando deshilacha crucigramas.

Son las 7 de la mañana de un día de septiembre, esto le recuerda que solo faltan pocos días para la estación esperada con anhelo. Pensar en la primavera tan cercana le dibuja una gran sonrisa y es el marco autentico donde sus ojos brillan avizorando nuevas metas, y en su corazón se proyecta una lucesita.

El dia se presentó ventoso, opina que este invierno fue más crudo que el año anterior y piensa si no serán los años; pero sigue creyendo muy adentro de su alma que hoy va a ser un dia distinto. Con parsimonia se dispone a beber su té qué como de costumbre está frío, pero por pereza se queda arrebujada entre las mantas. Cada tanto mira la hora impaciente de que sean las diez.

Pensar en tantas preguntas pospuestas por años la inquietan. Años que marcaron su vida y la de otros seres que como ella dependieron de este ser a quien nunca comprendió y hoy con ansias espera. Por primera vez se atreverá a entrar en un laberinto inescrutable que hoy quiere conocer. Este es el tiempo de las verdades, y hoy Teresa sabe que en ellas hay comprensión.

Piensa que si hubiera tenido la oportunidad habría estudiado psicología para saber porque ocurren algunos hechos que marcan vidas por generaciones. Quiere comprender, perdonar, y luego poder vengar con el olvido para empezar una nueva etapa.

Para Teresa la vida es como con las matemáticas, un gran laberinto de sumas y restas, multiplicaciones y divisiones que tanto trabajo le habían dado cuando era niña. Sin embargo le resultó fácil leer y escribir; ayudada por su padre recortaba letras del diario que unía con gran interés a la edad de cinco años y fue ese padre del corazón quien se hizo de alas cual gallina para cubrir a unos pollitos ávidos de amor.

Toma pequeños sorbos del brebaje sin calor y comienza a borrar la primera pregunta del largo cuestionario: _¿Quién fue mi verdadero padre?....

Sería la clave para poder engarzar el primer engranaje de su vida. Sigue pensando en la vida muy parecida a las matemáticas y en los plantones en la puerta de la dirección, se acuerda que aunque se devanaba los sesos por resolver problemas y cálculos, no lo lograba. Recuerda que era buena alumna en geografía, lenguaje y literatura, pero recién a los doce años pudo resolver lo que para ella era todo un jeroglífico.

Sonríe al recordar a Chiquita y a Cristina que desde segundo a quinto grado fueron las maestras que tanto la ayudaron, le embarga una gran emoción pensar en quienes junto a su padre le regalaron todo su capital fomentando en ella el amor por la escritura.
A los catorce años le dieron el diploma a la mejor alumna de quinto grado y coincidió los tiempos en que su padre partio al cielo; deshaciéndose el nido de Teresa y sus hermanas.

Se quedó adormilada cavilando en los recuerdos y en tantos otros años andados a destiempo del ser a quien hoy quiere comprender en algún punto de esta vida.
Son cerca de las diez de la mañana, cuando se levanta, abre las ventanas y comienza a vestirse. Siempre la alienta ver como entra el sol en la habitación pero una cortina de velos que tapa el cielo no la deja vislumbrar ni un pequeño rayito. No importa piensa, igual este va a ser un gran día.

El motor de un auto se detiene en dirección a la ventana y allí está ella, la mujer que le dio la vida. Alcanza a ver su silueta en el asiento trasero y la observa pagando el pasaje sin sospechar que su hija por primera vez esta viendo a un ser frágil e indefenso; y sin siquiera mover el lápiz se siguen borrando de un largo cuestionario preguntas cargadas de amargos inciertos.

Luego mientras las dos toman mate y conversan animadamente sigue observando unas manos ajadas por los tiempos de lavar ropa ajena, el cabello recogido sin el brillo azabache de sus recuerdos ahora está poblado de una blanca lana. Como en un arrebato busca reflejarse en sus ojos verdes, pero los encuentra gastados de mirar días grises. Y se siguen borrando preguntas y desvelos.

Teresa ya iba comprendiendo el por qué de la desatención de su madre por su vida y la de sus hermanas, el desamor. Había sido parte de la existencia de su madre, su entorno, su vida; laberinto del cual su progenitora nunca pudo escapar.
Esto que exasperó siempre a Teresa, hoy le provoca una gran ternura pues avizora que a este ser le faltó donde bosquejar sus interrogantes; es que su madre no tuvo en su niñez alguien que le regalara Alas para volar. Y se siguen borrando penas y rencores que poblaron su alma por tanto tiempo.

La familia se une con amor a estos dos seres que sin saberlo están bajo una misma ala, cobijando sueños. Los hijos deleitando antes de tiempo un manjar hecho por las manos de su abuela, preguntan alborozados: ¡¿qué comeremos de rico hoy!?

Teresa acomoda a su invitada en un sillón entre almohadones, hoy no la dejará hacer nada más que descansar, y dispone las hornallas. La cocina se impregna de un aroma a salsas que despiden las ollas humeantes, perfumando el grato momento.

Por tercera vez su invitada inquieta en su asiento pregunta: _¿hija qué estas por cocinar?¨..
Es cuando Teresa advierte que ya contestó a esta pregunta y se da cuenta que su madre olvida las cosas o contesta otras, o ríe como un niño; entonces piensa en qué quizá son los años, pero luego se da cuenta que su madre fue siempre así, que cuando ella era una niña la veía que de tanto en tanto se perdía valla a saber en qué tiempos.

Al correr de los minutos no pudo retenerla en su asiento, sin más preambulos la madre amasó en pocos minutos los tallarines que tanto honor le hacían todos. Teresa admiró a este ser tan frágil volverse fuerte al ser halagada por sus amorosos nietos; que le preguntaban a ella una y otra vez: _¿Mamá cuando vas a aprender a hacer los tallarines como la abuela?’’

A Teresa ya no le importó que los chicos le recordaran que nunca comieron una pasta tan rica. Es que observando a su madre en la cabecera de la mesa, recordó que Dios había hablado a su corazón que éste seria un día de revelaciones, y esta verdad la hizo libre.

Cuando llega la noche ya en su habitación recordando la dulzura que desprendían los ojos de su madre pensó en un texto que había leído hacía tiempo "Lo importante no es lo que han hecho de nosotros, sino qué hacemos nosotros de lo que han hecho de nosotros" Además que el amor cubre multitudes de errores.

Por fin arranca esa hoja donde un desdibujado cuestionario yacía sin color en su cuaderno, de un bosquejo plasmado en su alma desde el génesis. Teresa había pensado que luego de ver la luz lo guardaría bajo siete llaves.

Y una vez más se acuerda de lo tardía que fue para resolver las matemáticas, es que para ella fueron siempre una misma ecuación. Sonriendo se deshace de la hoja, quiere en este día poder estar en igualdad con el ser que la trajo a la vida y anotar por primera vez -pero en su corazón- que fue un día en que las cuentas logró resolver.

Hoy está segura, que a ella y a su madre el Maestro les puso un Diez.



María Luz 2003