Mis aritos de oro: Cuento

No sé porqué deduzco que la mayoría de las cosas buenas y malas que sucedieron en mi niñez comenzaron alrededor de los siete años, será porque coincide el tiempo en que comencé primer grado inferior. Si me preguntan porque mis padres demoraron un año en mandarme a la escuela no sabría la respuesta, como tampoco sé los enigmas de otras tantas circunstancias que rodearon mi vida.

Bien claro viene a mi mente un hecho que les voy a contar y que ocurrió una noche cálida de primavera, cuando mi mamá al acostarme me dijo muy enojada.
_!No te vas a sacar los aros que te regaló tu madrina!…!Te muelo a golpes si los perdés, me oíste no?!_

Ese día luego que mi madrina me colocó los aritos estube sobándome las orejas todo el tiempo y mi mamá me había visto, porque mi madre siempre estaba atenta a encontrarnos con las manos en la masa.

!Pobre mi madre! por lo poco que nos cuenta cuando no está enojada, a ella también le dolían los palos, y no provenían de la mano de su madre precisamente, según sus propias palabras su mamita era muy linda y buena, pero un día muy frío de invierno murió de pena por las constantes ausencias del hogar de su esposo".

Mi mamá de chiquita vivía en la casa de su abuelo materno en la provincia de Tucumán. Él había venido de España y se radicó en la Argentina, cuando enviudó se quedó solo hasta que su única hija María, se casó con un hombre mucho mayor que ella, y aunque era una buena persona lo perdían las mujeres. El abuelo de mi madre quedó a cargo de mi abuela, mi mamá y sus tres hermanitos todos de corta edad.

Mi progenitora tenía 8 años cuando su mamita partío hacia el cielo, precisamente en el momento en que su pequeña era amenazada por la maestra con un puntero, la pobre después de este hecho no pudo dominar nunca más el alfabeto.

Esa noche cuando me robaron el arito de oro, me acuerdo muy bien que me quedé dormida acariciándome las orejas. Me desperté de golpe cuando todo estaba oscuro y al instante me di cuenta que me faltaba el aro de la oreja izquierda. Aun dormida tantee el aro derecho y suspiré aliviada al descubrirlo en su lugar.

Nerviosa comencé a explorar entre las colchas buscando el aro faltante, lo busqué debajo de la almohada y nada. Me di vuelta hacia la pared con la cabeza al borde de explotarme, examiné el piso con las manos ya que estaba todo oscuro, pero nada. Seguí buscando con las puntas de los pies entre las sábanas, cada minuto que pasaba estaba más desesperada. No dejé un palmo sin examinar. Mi hermanita seguía durmiendo lo más pancha aunque yo la moví de un lado a otro por si el aro estaba debajo de ella.

Me sentía al borde de un colapso, no sé si mojé la cama o estaba transpirando; cuando de repente vi una lucecita que parecía que entraba por un pequeño agujero en la pared de ruberoy, ya que mi casa estaba construida de ese cartón negro hecho de alquitrán y chapas.

Y no sé porqué metí el dedo ahí y lo empecé a agrandar. Me quedé observando el cielo, miles de lucecitas de colores se cruzaban de aquí para allá. Parecía que ellas querían jugar conmigo y yo me reía al verlas que me guiñaban sus ojitos.

De pronto el cielo se puso todo oscuro y alguien me estaba mirando; paralizada de terror me tapé los ojos con las dos manos pero lo seguía viendo.

Este hombre estaba allí parado, todo de negro y extendía sus manos negras hacia mí. Me metí debajo de las colchas para que no me pudiera tocar. Sentía que me asfixiaba, que un calor tremendo me envolvía. De repente me pareció que alguien de muy lejos, me llamaba.

_!Piri, Piri despertate ¿porqué gritas así como loca? Estás soñando!?

A mí me parecía oír la voz de mi mamá que me sacudía con fuerzas, y como entre algodones escuchaba la vocecita llorosa de mi hermana gritando como loca:

_¿Que le pasa mamita a la Piri que está toda morada, estará muerta?

Cuando al fin pude hablar, ahogada y entre sollozos le conté a mi mamá como me habían robado el arito de oro. Ella parecía extrañada.

_¿Como pueden robarte un aro si acá no entró nadie!.

Atragantada en mocos y llanto yo gritaba como loca.

_! Por el agujero mamá, ese hombre negro metió la mano negra y me quitó el arito, _yo lo vi mamita, no te miento!.

_Mamita no me dejes dormir al lado de la pared porque ese hombre malvado va a volver!!

_ ¡Que te parió, Piri, mirá que tenés cada cosa vos!. No sé, voy a hablar con tu padre cuando llegue a ver que piensa él. _!¿Un hombre negro? ¡Que estupidez!... ¿Pero... que raro... ese agujero en la pared... y el aro que no aparece?

_ ¡¿Estás segura de que no te sacaste el aro vos misma?!...!Mirá qué si es así, vas a cobrar eh... no me mientas!

_!No mamita te lo juro, fue el hombre!.. Fue el hombre!

_Bueno, está bien, tomate todo ese mate cocido para que te vuelva el alma al cuerpo. Le voy a decir a tu padre cuando vuelva del trabajo que ponga unas chapas tapando el agugero, no sea que se me meta alguno adentro de la casa cuándo él no está.

Esa misma tarde mientras jugaba en el patio a la rayuela con mis hermanitas no le quitaba la mirada a mi papá que muy metódico ponía unas chapas alrededor de la casita. Cada tanto rozaba nomás la oreja derecha pensando en ese hombre malo, y rogaba que las estrellas volvieran para jugar conmigo pero que esta vez no se les ocurriera cerrar sus ojitos.

María Luz 2007